“Denme
un punto de apoyo y les levantaré el mundo”
Arquímedes
Nació en el 287 a.C. en Siracusa, Sicilia. Estudió
en Alejandría, volviendo enseguida a su patria. Falleció en el 212 a.C. Fue
hijo de Fidias, un astrónomo que estaba de alguna manera emparentado con el rey
Hierón II[1]
de Siracusa, parentesco le permitió gozar de un buen nivel económico por lo que
pudo dedicarse sin otras preocupaciones al estudio de la matemática pura. Con
Arquímedes la matemática griega llega a su apogeo y fue sin duda uno de las
mentes más brillantes de todos los tiempos.
En su obra demuestra una mayor flexibilidad que torna más maleable
el rígido molde euclídeo, confiriéndole mayor riqueza y autonomía,
desvinculando casi totalmente a la matemática de la filosofía. Dedicó su genio
a la geometría, mecánica, física e ingeniería, utilizando muchas veces varios
de estos caminos para obtener un resultado, como el área de un triángulo
parabólico utilizando sus estudios sobre palancas y también por medio de
rectángulos por defecto y por exceso, con el método de exhaución de Eudoxo. Debido
a que halló áreas bajo curvas dos milenios antes de Newton[2]
y Leibniz, es considerado un precursor del cálculo infinitesimal. Escribió
varias obras, entre otras:
1. Esfera y Cilindro
2. Medida del Círculo
3. Geoides y Esferoides
4. Espirales
5. Equilibrio de los planos y sus centros de
gravedad
6. Cuadratura de la Parábola
7. El Arenario
8. Cuerpos Flotantes
9. Los Lemas
10. El Método
En su obra El Arenario, o El Contador de Arena, habla sobre la cantidad de granos de arena que hay en el planeta, y sobre la
que habría si el universo estuviera lleno de ella, para esto inventó una notación
de números, debido a que el sistema de numeración griego, que utilizaba su
alfabeto como símbolos, era muy rudimentario. Basándose en la miríada: 10.000,
o bien 104, llama unidad de segunda clase a la miríada de miríadas,
una octava es igual a 100.000.000, o sea 108. Luego prosiguió a
partir de la octava como unidad, es decir que una unidad de tercera clase es
una octava de octavas, es decir 1016. Considerando el tamaño del
universo calculado por Aristarco como el de una esfera cuyo radio es igual a
10.000 veces el radio de la Tierra, Arquímedes calculó que el total de granos
de arena que entrarían en él universo es menor que mil miríadas de unidades de octava clase, o sea 103.104.1056
= 1063.
Demostró que la
superficie de una esfera es cuatro veces la de uno de sus círculos máximos.
Calculó áreas de zonas esféricas y el volumen de segmentos de una esfera.
También demostró que el volumen de una esfera inscripta en un cilindro es igual
a 2/3 el de este. Tan orgulloso estaba del teorema que expresó su deseo de que sea
grabado en su lápida. Para llegar a esa conclusión, Arquímedes trabajó con la
semiesfera, el cono y el cilindro, todos de igual base y altura; cortando estos
cuerpos en rebanadas paralelas, demostró que las secciones de los dos primeros
sólidos suman la sección correspondiente del tercero:
Trabajó con valores aproximados por defecto y
por exceso, llegando a valores de números irracionales con muy pequeños
márgenes de error. Esto es lo que hizo en su obra Medida del círculo, que trata la rectificación de la
circunferencia y el área del círculo.
Demostró que el área
de un círculo es equivalente a la de un triángulo que tiene por base la longitud
de la circunferencia y por altura el radio:
Arquímedes, en sus obras, admite los
siguientes principios:
1. La línea recta es la más corta entre 2 puntos.
2. De dos líneas cóncavas hacia el mismo lado y que tienen los mismos extremos, es mayor la que queda fuera de la otra.
Con sus principios realizó el primer trabajo verdaderamente positivo del cálculo de π.
2. De dos líneas cóncavas hacia el mismo lado y que tienen los mismos extremos, es mayor la que queda fuera de la otra.
Con sus principios realizó el primer trabajo verdaderamente positivo del cálculo de π.
Trabajando con polígonos inscritos y circunscriptos de hasta 96 lados, Arquímedes
logró asignarle a π un valor entre 223/71 (aproximadamente igual a 4,140845) y 22/7 (aproximadamente igual a 3,142857). Él parecía ser consciente de la imposibilidad de
asignarle un valor decimal exacto a π.
En otra de sus obras se refiere a la mecánica,
especialmente a los principios de la palanca. Su punto de partida lo
constituyen dos principios fundamentales, que bien pueden considerarse como
axiomas de la mecánica.
1. Si se tiene una palanca en cuyos extremos
actúan pesos iguales, la palanca se equilibrará colocando el punto de apoyo en
el medio de ella.
2. Un peso se puede descomponer en dos mitades
actuando a igual distancia del punto medio de la palanca.
Luego de que Hierón II
hiciera construir un enorme barco, no pudo encontrar la manera de llevarlo al
mar, debido a su tamaño. Arquímedes, utilizando una máquina que él mismo
inventó, logro mover con facilidad la enorme embarcación. Al recibir las
felicitaciones del rey por su logro, el geómetra respondió de un modo para nada
modesto, con la intención de resaltar la aplicación de la palanca como máquina
multiplicadora de fuerza: “Denme un punto de apoyo y les levantaré el mundo”. El dibujo muestra como, en teoría, Arquímedes, con la ayuda
de un punto de apoyo y una enorme palanca[3],
mueve un poco la Tierra:
Hay muchas famosas historias en relación con
Arquímedes. Quizás la más conocida es la ocurrida en el 217 a.C., cuando Hierón
le encargó a un orfebre fabricarle una corona de oro. Al recibir la hermosa
obra terminada, Hierón verificó que pesaba lo mismo que el oro que él había
enviado para su confección, pero algo le inspiraba desconfianza, tal vez el
color de la corona o la sonrisa del orfebre. El rey sospechó que el orfebre haya
mezclado el oro con otro metal, probablemente plata, robando parte del oro, y le
pidió a Arquímedes que pensara en una forma para saber si la corona estaba
hecha de oro puro sin destruirla. Un día Arquímedes se encontraba en el baño
(algo poco usual en él) y observó que podía levantar fácilmente sus piernas
cuando estaban sumergidas y que al sumergirlas el nivel del agua se elevaba, de
pronto se le ocurrió una idea para resolver el problema de la corona. Fue tan
grande su entusiasmo que salió desnudo del baño y corrió por las calles de
Siracusa gritando su célebre exclamación: “¡Eureka!, ¡Eureka!”, que
significa “lo encontré”. Para resolver el misterio Arquímedes sumergió en agua
la corona y luego hizo lo mismo con una cantidad de oro de igual peso, al ver
que los volúmenes del líquido desalojado en cada caso eran distintos, supo que
no tenían la misma densidad, por lo tanto la corona no estaba hecha de oro
puro. La picardía del orfebre le costó nada menos que su cabeza. Esta anécdota
fue también la que originó el hoy llamado Principio de Arquímedes:
“Todo
cuerpo sumergido en un fluido experimenta un impulso igual al peso del volumen
de fluido que desaloja”.
Arquímedes inventó el
torno, la rueda dentada y al menos otros cuarenta inventos. Uno de sus inventos
más curiosos es el tornillo sinfín, el cual se utilizaba para extraer el agua
que había entrado a un barco o a los campos inundados por el Nilo.
En el campo militar se
le debe la invención de catapultas, de garfios movidos por palancas, y otras
maquinas, con las cuales defendió Siracusa de los romanos durante tres años. Se
dice que empleando espejos cóncavos de gran tamaño logró concentrar los rayos
solares sobre la flota romana incendiándola (lo que probablemente sea sólo un
mito).
A diferencia de la
mayoría de los sabios de su época, Arquímedes utilizó sus conocimientos
teóricos en matemática en muchas aplicaciones prácticas, demostrando el poder
de la inteligencia humana puesta al servicio del patriotismo. Finalmente
Siracusa cayó en manos romanas en el año 212 a.C.
Un día Arquímedes,
absorto en el estudio de un problema, había trazado para su solución una figura
geométrica en la arena cuando un legionario romano que seguramente desconocía
al sabio, lo intimó a comparecer ante el cónsul Marcelo. Arquímedes le pidió
que esperara que él terminara la demostración que estaba haciendo. Irritado, al
no ser inmediatamente obedecido, el sanguinario romano, con un golpe de espada,
le robó a la humanidad el maravilloso sabio. Marcelo, quien había ordenado
respetar la vida de Arquímedes, no ocultó su pesar al saber de la muerte del
gran adversario. Sobre la lápida de la tumba que erigió, hizo grabar una esfera
inscripta en un cilindro, cumpliendo con la voluntad del geómetra:
[1] Hierón II (306-215 a.C.), rey de Siracusa (265-215 a.C.). Se lo
recuerda como un dirigente sabio y justo.
[2] Isaac Newton (1642-1727), físico y matemático n. en Inglaterra.
[3] Se ha calculado que un hombre que pese 80 kilos, con una palanca de 20
quintillones de kilómetros, al cabo de 20 billones de años, haría que la Tierra se traslade 25 mm .
Brillante exposición. Clara y concisa. Gracias por volcar parte de tus muchos conocimientos en este blog, para que personas como yo, neófitas en la materia, podamos aprender.
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